martes, 21 de agosto de 2007

ILAN PAPPE, HISTORIADOR ISRAELÍ: “ISRAEL está fundado sobre una MENTIRA”



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Tengo 49 años. Nací en Haifa en una familia judía europea. Mi padre y mis profesores me engañaron al contarme la historia de Israel. Soy profesor, aunque por poco: casi me echan por mis libros, que todavía no encuentran editor en Israel. Vamos a fundar la Universidad Árabe Israelí. Colaboro con la Universitat de Barcelona y Casa del Món
ILAN PAPPE, HISTORIADOR ISRAELÍ: “ISRAEL está fundado sobre una MENTIRA” Por LLUÍS AMIGUET -Nací en Haifa, de padres emigrados judíos alemanes, y de niño tenía amigos palestinos, algo inusual hoy, porque los niños sufren un apartheid odioso. A los 18 años hice mi servicio militar y participé como soldado israelí en la terrible guerra de 1973 en los altos del Golán. –¿Fue usted un buen soldado? –Cumplí las órdenes. Mi auténtica crisis comenzó cuando fui a estudiar a Oxford en 1980. Allí me di cuenta de la mentira. –¿Qué descubrió? –Que mi padre me había engañado y que nos habían engañado a todos en el colegio y en la universidad: mi padre y mis profesores nos habían repetido una y mil veces que cuando se fundó el Estado de Israel en 1948 los palestinos prefirieron irse y eso es mentira. Los archivos que consulté y los documentos que yo mismo leí demostraban que los palestinos fueron expulsados por los israelíes con terror, amenazas y violencia. –Eso estaba claro para el resto del mundo. –Pero para nosotros, no. Hoy en Israel se sigue insistiendo en que los palestinos se fueron por propia voluntad, pese a que... ¡los israelíes les pedimos que se quedaran! –No parece muy creíble. –Es la verdad oficial, cuando en realidad el nuevo Israel aplicó la limpieza étnica a los palestinos. En mi investigación en Oxford descubrí que el plan de expulsión israelí fue sistemático. Había más de un millar de pueblos palestinos y un millón de pobladores palestinos en las ciudades y es verdad que sólo echamos a 850.000, pero porque la guerra acabó y aceptaron el estatus final. –Los terroristas judíos que incendiaban y mataban palestinos eran Irgun y Stern. –No sólo ellos. Todo el movimiento sionista estaba organizado para echar a los palestinos. Y he documentado cada extremo de lo que digo. Hubo muchas masacres terribles. –Por ejemplo, Deir Yassin. –Ésa es sólo la más conocida. Yo creí, como israelí biempensante, que hubo un único Deir Yassin y que fue obra del Irgun, pero después descubrí que hubo muchas más masacres y que no sólo las cometió el Irgun. –¿No era ése el plan sionista primigenio? –Teodor Herzl, fundador del sionismo, ya dice, cuando llega el primer sionista a Israel en 1882, que no pueden permitir a la población local que se quede en su nuevo Estado. –¿Acaso si los palestinos pudieran, no exterminarían a los judíos a sangre y fuego? –¡Por supuesto! La diferencia es que ellos nunca lo han negado: ¡quieren barrernos hasta el mar! Pero el sentimiento de tener la razón y la hipocresía de negar, contra la evidencia histórica, que nosotros hiciéramos algo tan perverso como la limpieza étnica son exclusivamente israelíes. –También el poder es sólo israelí, como la fuerza de un ejército invencible. –Eso de la fuerza y el poder es muy relativo. ¿Qué puede hacer el ejército israelí para acabar con lo que consideran “problema palestino”? ¿Tirar bombas atómicas sobre Belén? ¿Aniquilarlos a todos? –¿...? –No hay solución militar para la seguridad en Israel, porque la seguridad no depende de muros, fronteras o alambradas. La seguridad es una sensación íntima: está en cada uno y nace de la justicia. Y sin seguridad no hay negocios ni prosperidad ni futuro. –Menos seguridad tienen los palestinos. –¡Los terribles terroristas palestinos! ¿Qué tienen? No tienen nada más que sus propias vidas para inmolarse. Pero sólo con eso han acabado con la sensación de seguridad en Israel y con cualquier esperanza de futuro en la región. El muro de Sharon es el último absurdo económico de un régimen sin salida. Además de los problemas morales que plantea, no hay dinero para construirlo. –El apartheid sudafricano se colapsó no por ser una atrocidad ética, sino por ser económicamente ineficiente. –Es exactamente lo que le sucederá al apartheid israelí. Es una ruina. Para mantener este apartheid israelí necesitamos un Estado policial militar ineficiente para todo lo que no sea mantenernos en guerra perpetua. Este Estado no sirve para procurarnos prosperidad a los ciudadanos. –¿Y no podría haber en Israel un final más o menos feliz como en Sudáfrica? –Yo edito en el extranjero porque en Israel tienen miedo a mis libros. Hace un año casi me echan de la universidad y ya ni cuento las amenazas de muerte. Mis colegas me dijeron que me apoyaban en privado y les contesté que su apoyo privado no me servía. Callaron. Sólo habrá paz y convivencia cuando todos sepamos mirar la verdad a la cara. –¿Y el proceso de paz? –En 1948, el Estado judío se estableció sobre el 80 por ciento de territorio palestino y expulsó a sus habitantes. En 1967, el cien por cien ya es Israel. Ahora, cuando Sharon dice que seamos generosos se refiere a aquel 20 por ciento... ¡que quiere dividir en dos! –De momento, ni siquiera les da eso. –¡Dejan a los palestinos el 10 por ciento de la que era su tierra y quieren que les den las gracias! Somos un caso particular de colonialistas que se quedan para siempre. –¿No teme que sus opiniones lo conviertan en un exiliado en su propio país? –Yo sólo quiero que los israelíes sean capaces de ponerse en el lugar del otro por un segundo. Si no lo hacen, no habrá país ni futuro para mis hijos: vamos derechos al suicidio. –¿Y usted qué propone? –La única salida no estúpida: reconciliación, paz justa y un Estado que respete cualquier identidad religiosa y no sólo una. A partir de ahí, puede llegar la prosperidad.
Pappe es impulsor de la Nueva Historia israelí, que revisa los mitos fundacionales del Estado sionista en busca de la verdad en que algún día se basará la convivencia. Paga un alto precio por ello: el ostracismo oficial y la amenaza privada, y ha estado a punto de perder su trabajo. Pero también ha ganado muchos amigos palestinos e israelíes dispuestos a crear la Universidad Árabe Israelí de Galilea. Magnífico proyecto para el que Pappe, excelente traductor del árabe y director del Instituto Árabe Judío, se ha preparado toda su vida. Ojalá el lobby proisraelí estadounidense invirtiera más dinero en esa universidad –un sueño universal como nuestra escuela de Toledo– y menos en F-18 y en el programa nuclear israelí. Esta guerra, me jura, la vamos a ganar. ¡Suerte! Autor: Solidaridad.net- Fecha: 2004-01-21
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miércoles, 15 de agosto de 2007

Gaza: El Auschwitz de nuestro tiempo.





Por Khalid Amayreh desde Jerusalen ocupada.

En 1940, varios meses despues de invadir Polonia, en septiembre 1939, los nazis forzaron cerca de 500.000 judios en el Ghetto de Varsovia, los rodearon con una pared alta. Decenas de miles murieron de hambre y de enfermedades. Finalmente, 300.000 fueron enviados a los campos de extermiño, principalmente Treblinka en Polonia oriental. Igualmente, Israel hoy, encarcela a casi un millon y medio de palestinos impotentes en la franja de Gaza, en un infierno semejante a la naturaleza del Ghetto de Varsovia. El campo de concentracion de Gaza no solo es cercado con una pared, tambien con cada elemento concebible de la represion, tal como vallas electrificadas y torres de control tripuladas (como la Gestapo) por soldados judios provocadores que disparan primero y preguntan despues. Millares de soldados israelies rodean Gaza de una forma hermetica, disparando a matar a cualquier palestino que trate de escapar, por ejemplo, para entrar a Israel a buscar trabajo o algun alimento.
Los niños palestinos sobreviven con pan y te .Los chicos de palestina sobreviven con un trozo de pan y te, los chicos palestinos jugan al futbol proximos a las odiosas cercas, son cotidianamente reprimidos con balas o reducidos en pedazos de carne humana por "el ejercito mas inmoral del mundo". A consecuencia de estos diseños genocidas en Gaza, miles se mueren por desnutricion y enfermedades provocadas por la anemia. Ademas, los Niños en gran numeros sobreviven en una exigua y totalmente inadecuada dieta que consiste principalmente de pan y te. Esta semana, este escritor contacto con varias familias de Gaza y pidio hablar con los niños. Las respuestas que recibi, dijo, sinceramente horrorizaban. Hable con 10 niños y fui sacudido para investigar porque siete de los niños me dijeron que su dieta durante semanas y semanas, consistia principalmente de pan y te ademas de algunos tomates. Los adultos, especialmente los padres, no revelarian la extension de la tragedia que se despliega frente a ellos. Ellos solo dirian un breve "alhamdulillah" (da gracias a Dios). Pero el tono de sus voces nos dice que estan en una profunda pena. La franja de Gaza es el campo mas grande de detencion en el mundo entero.
La franja de Gaza es el campo mas grande de detencion en el mundo. El duro bloqueo a Gaza no empezo a mediados de junio cuando Hamas tomo la pequeña region costera, despues de derrotar y expulsar a las fuerzas de Fatah-apoyo Americano dirigidas por Muhammed Dahlan y las coartadas que hubieran estado planeando, con dolares y armamento americano, para asesinar al lider de Hamas y recibir un certificado de buena conducta de Bush en Israel. De hecho, Gaza ha estado efectivamente bajo sitio desde que en el 2000, cuando el levantamiento de los palestinos estallara en la segunda Intifada. Desde entonces Gaza ha sido impedida de importar y exportar sus productos y los productos. Ademas, Israel, que ha estado diciendo el mundo que habia terminado su ocupacion en Gaza, siempre mantuvo el control militar en el cruce de la frontera de Rafah con Egipto, asi reduce a la franja de Gaza en el campo de detencion mas grande d el mundo. Para resumir, Gaza es empujada a una situacion muy similar al que prevalecio en el Ghetto Varsovia. A ellos (los pelestinos) no les permiten trabajar (el desempleo en Gaza es mayor al 70%), a ellos (los palestinos) no les permiten viajar al exterior, a ellos (los palestinos) no les permiten entrar a Israel para buscar trabajo, a ellos (los palestinos) no les permiten ir de pesca, desde que los buques cañoneros israelies abrieran fuego cerca de la costa , ningun barco pesquero osa ir mas que una milla de la costa. Las criminales medidas draconianas son significativas para empobrecer aun mas a Gaza hasta el punto que los palestinos no puedan comprar mas alimentos. El objetivo israeli es dejar morir de hambre y atormentar a los civiles de Gaza, para forzarlos a rebelarse contra el gobierno -elegido, dirigido por el movimiento Hamas, y dirigirlos hacia un gobierno colaboraZionista como es la traicion a los derechos nacionales palestinos, inclusive el derecho supremo del regreso para los refugiados palestinos, desarraigados de sus hogares y aldeas por pandillas judias en 1948, cuando fuera creado el estado de Israel. Creemos que hasta las dos terceras partes de los habitantes de Gaza son refugiados. De ahi, la represion y la coercion intensivas de ser impuestas a estas personas para forzarlos a renunciar a su derecho de volver a sus hogares y aldeas en lo que es ahora Israel. Es claro que Israel regularmente efectua un acercamiento parecido a los Nazis hacia la gente de la Franja de Gaza. El gobierno israeli que es consciente, pero sin embargo, espera que el mundo no tome medidas proactivas para exponer el genocidio que se arrastra en Gaza. De ahi que Israel permita embarques limitados de productos alimenticios, tal como el petroleo y la harina para cocinar en Gaza, para evitar una posible protesta internacional. Sin embargo, los suministros son de forma muy llamativa exiguos y no cubren las necesidades nutricionales basicas de la mayoria de los niños de Gaza. Desgraciadamente, las Naciones Unidas y los Trabajadores de la Agencia (UNRWA) parecen estar consintiendo y estar de connivencia con Israel para mantener la tragedia de Gaza que se despliega tan silenciosa como sea posible. Los funcionarios de UNRWA hacen de vez en cuando declaraciones vagas, advirtiendo que posiblemente seria inminente la "crisis humanitaria" en Gaza. Sin embargo, la agencia de la ONU a menudo se abstiene de "dicierlo como es," posiblemente por temor de trastornar a los israelies y a los americanos, que aparentemente no quieren oir palabras como "el hambre, y los campos de concentracion" con respecto a la situacion en Gaza que encuentran una salida en los medios de comunicacion internacionales. Israel es indudablemente el principal culpable de esta tragedia artificial en la Franja de Gaza, puesto que esta en ellos permitir que Gaza obtenga el alimento y pueda exportar sus productos y especialmente sus productos a Cisjordania. Tal paso, nada costaria Israel, ayudaria a Gaza a obtener algunos ingresos exiguos para alimentar a sus niños.
La Administracion Bush y Abbas, son tan culpables como Israel. Sin embargo, Israel, como siempre, ha escogido ser fiel a las largas tradiciones de insensibilidad y depravacion moral, no a diferencia de la manera que los nazis trataron a sus victimas. La administracion de EEUU y Abbas, son tan culpables como Israel. Pero Israel no es el unico culpable en esta tragedia. Los EEUU son realmente tan criminales como Israel, desde que la administracion Bush instara a Israel a mantener el ritmo de presion en Gaza. De hecho, funcionarios Americanos felicitan a sus colegas israelies por el "exito" del bloqueo contra Gaza. ¿Yo me pregunto, que clase de politicos son los que gozan mirando como mueren de hambre los niños? ¿Son ellos seres humanos o bestias canibalistas? Esta pregunta debia ser dirigida a Condoleezza Rice cuya conducta hacia las personas palestinas es mil veces peor que la conducta de los peores maestros blancos (americanos) de esclavos de sus antepasados. Quizas es ingenuo apelar al sentido de justicia y moral de Rice desde que sus manifiestamente antecedentes penales con respecto a la causa palestina salen sin duda en cuanto al caracter poco etico y malo de mujer. Pero si la administracion Bush, que lleva un holocausto en Iraq, e Israel, que esta realizando una limpieza etnica en Palestina en el nombre del nacionalismo judio, pueden ser "excusados" en la tierra, que solo lo malo puede ser esperado de gobiernos malos, el regimen palestino de Mahmoud Abbas no tiene ninguna excusa para estar en connivencia y para consentir a Israel contra el pueblo palestino que lo reclaman para servir. Tal comportamiento, inclusive el estimulo tacito e implicito de Israel para apretar el bloqueo en Gaza, y para mantener a centenares de miles, cercados, hambrientos y completamente atormentados en Gaza , caracteriza a los colaboraZionistas y a agentes de una ocupacion extranjera. Claramente, Abbas y sus ayudantes tienen mucho que explicar a los palestinos. Esto es si ellos aun tienen una cuota de verguenza.

Hipocresía europea


Saifedean Ammous para Electronic Intifada

2007-08-14
Durante mi estancia en París hace unas semanas, siempre que discutía con alguien de la política en Oriente Próximo, me sentía abrumado con los tópicos del anti-americanismo clásico: “son incultos y se relacionan con el resto del mundo como si todos fueran unos ignorantes”, “son inmorales en su política internacional”, “hacen guerras por petróleo y dinero”, etc., con estereotipos estúpidos y demasiado simplistas. Inmediatamente a continuación empezaban con el cacareo orgulloso de la autosuficiencia: “los europeos somos distintos”, “queremos que nuestra política exterior se base en principios morales”, “intentamos promover la justicia en el mundo y arreglar los conflictos que originan los estadounidenses”. Después, por lo general, se me decía algo sobre toda la ayuda que los europeos dan a los palestinos como prueba de la decencia europea en oposición a los fanáticos sionistas estadounidenses que donan miles de millones de dólares para financiar al asesino ejército israelí.¡Ojalá fuera verdad!La política europea respecto a Palestina/ Israel es tan racista, tan corta de miras, tan contraproducente e hipócrita que podría incluso superar a la estadounidense.Cuando se analiza la actual situación en Palestina, cualquier observador se encontrará con la ilegal ocupación israelí que se prolonga desde hace cuarenta años, combinada con el establecimiento de colonias ilegales y racistas, construidas en territorio palestino expoliado; con una red de carreteras discriminatorias racialmente única en el mundo, donde muchos de sus trayectos son accesibles exclusivamente para los judíos. Con un muro del apartheid, considerado ilegal internacionalmente, que rodea ciudades y pueblos palestinos, no sólo separando a unas de otros, sino aislando a los campesinos de sus tierras; a los niños de sus escuelas; a los enfermos de sus hospitales y a los trabajadores de sus lugares de trabajo. Israel controla todas las salidas de los palestinos al resto del mundo, asfixiando no sólo su libertad de movimientos sino también su economía y comercio. El ejército israelí (uno de los más poderosos del mundo) ataca regularmente a la población civil de Palestina, asesinando a miles de personas y matando a niños inocentes con total impunidad. El gobierno israelí tiene como vice-presidente a un fascista desvergonzado, que pública y regularmente hace llamamientos a la limpieza étnica y al asesinato en masa de los árabes como solución al conflicto. Israel sigue negando a millones de palestinos su legítimo derecho al retorno a sus hogares, de donde fueron expulsados en la limpieza étnica de 1948; continúa restringiendo el acceso a la propiedad de la tierra exclusivamente a los judíos, y tiene leyes discriminatorias racistas en innumerables situaciones, desde el matrimonio a la inmigración.Ante esta parodia de justicia, ¿qué es lo único que hacen los europeos? : Pedir que los oprimidos, es decir los palestinos, a los únicos partidos políticos electos, que “reconozcan el derecho de Israel a existir” como condición previa para sentarse a negociar qué hacer con todas esas parodias.En primer lugar, tengamos en cuenta que la idea de que Hamás- o cualquier otro partido político palestino, en realidad- reconozca “el derecho de Israel a existir” es algo tan carente de sentido como si el Manchester Club de Fútbol reconociera el “derecho a existir” de Tanzania. En ninguna parte está escrito que una nación estado tenga “el derecho a existir” por sí misma. Lo que significa “reconocer” en términos internacionales es lo que ocurre cuando dos países intercambian embajadas y establecen relaciones diplomáticas. En parte alguna, salvo en Palestina se mantiene la idea de que una entidad sin Estado reconozca a otro Estado; ni tan siquiera se discute sobre ello seriamente. Es más, los imbéciles que repiten esta artimaña ignoran por conveniencia que Israel no se limita a no reconocer “el derecho a la existencia de Palestina sino que de forma activa, deliberada y total está destruyendo cualquier posibilidad de que jamás exista un Estado palestino. Pero, a los europeos, moralmente superiores, el reconocimiento de Israel por parte de Hamás es el asunto que más les preocupa en la situación actual de Palestina e Israel, y no los crímenes mencionados más arriba. El peligro es no sólo, por supuesto, que se trata de una postura moral y lógica absurda sino que son las actuaciones israelíes la causa del conflicto y no el que Hamás reconozca a Israel. Este reconocimiento no cambiaría nada la situación y no afectaría a las vidas de nadie en manera alguna, pero los muros, las colonias, los asesinatos, los puestos de control y las políticas racistas de Israel, sí lo hacen. Sólo cuando todos esos [crímenes] hayan cesado podrá haber paz, con independencia de que Hamás “reconozca o no” a Israel. Todos los crímenes ya mencionados de Israel constituyen claras violaciones de las condiciones que preconiza la política de la UE para el establecimiento de acuerdos de asociación que permiten el acceso preferencial a sus mercados y otras numerosas ventajas y beneficios. La UE se sirve regularmente de su influencia económica y política para intentar disuadir a ciertos países de llevar a cabo políticas racistas: establece acuerdos dependiendo de la mejora de los derechos humanos, de trabajo y de las minorías; el acceso de Turquía a la UE depende de su referencias sobre el respeto a los derechos humanos en el país, y ha impedido a Austria que entrara en el Gobierno Jorg Haider. Sin embargo, lejos de tomar alguna medida de presión contra Israel para que deje de cometer crímenes en Palestina, la UE ha optado cobardemente por la política de recompensar sus violaciones con más zanahorias, e Israel continúa disfrutando de generosos y enormes beneficios en sus relaciones con los países europeos, mucho de los cuales incluso le venden armas.Lo trágico de la política de Europa hacia Palestina en la actualidad no es sólo que resulta prácticamente igual que la de EEUU sino que está impregnada del fariseísmo y la firme convicción de que no sólo es la política correcta sino que también es infinitamente superior a cualquiera otra. La ayuda financiera que concede Europa es la principal razón de su engreimiento.Mientras la UE sigue sin hacer nada para impedir que Israel siga destruyendo los medios de vida del pueblo palestinos, tira de chequera y aplaca su conciencia donando dinero a los palestinos. Antes de la elección de Hamás, este dinero iba destinado a apoyar a la cada vez más impopular Autoridad Palestina para garantizar su supervivencia y la continuación del penoso statu quo. Tras la victoria de Hamás, intentaron puentear a la AP enviando el dinero a través de mecanismos cada vez más complejos, ineficaces y, por lo general, contraproducentes.Veamos el microcosmos en que se desenvuelve esta locura: Una ciudad palestina rodeada por todas parte por un Muro que impide a los anteriormente prósperos campesinos acceder a sus tierras; a los enfermos ir a consultar a sus médicos; y a los niños acudir a la escuela. Naturalmente, la ciudad está devastada. Y entonces es cuando la Unión Europea envía para tranquilizar su conciencia y su tranquilidad moral a “expertos” para “salvar” la ciudad mientras durante todo el proceso exime a Israel de cualquier responsabilidad sobre las consecuencias de sus crímenes. Suministran a los campesinos alimentos que remplazan a los que ellos por sí mismos podrían producir, y llevan a cabo proyectos para enseñar a los palestinos “industrias alternativas”, “modelos de nuevas empresas”, “buenas prácticas de gobierno local”, “desarrollo participativo”, “técnicas educativas creativas “ y otras innumerables chácharas sin sentido a las que los palestinos renunciarían con mucho gusto ante la desaparición del Muro, un Estado independiente y alguna normalidad en sus vidas. Como es natural, esos proyectos tienen una corta duración: la financiación se acaba pronto, los “expertos” se marchan y el muro del apartheid sigue allí, los medios de subsistencia de una ciudad entera quedan devastados y el milagro de la independencia de Palestina cada vez está más lejano. Y lo peor de todo: la próxima vez que un desgraciado palestino como yo visite París, se verá bombardeado con el listado arrogante de los innumerables micro-proyectos de esa clase, y se esperará de él que admita la enorme diferencia de la moral europea.Un alto porcentaje de los ciudadanos europeos tiene un buen conocimiento del conflicto y les gustaría ver una política mejor y una solución justa. Un gran número de europeos invierte mucho tiempo y dinero en ayudar a los palestinos, muchos van allí como voluntarios para proteger a los palestinos y protestar y dar testimonio de la ocupación. Esas gentes valientes se encuentran entre mis héroes personales. Existen también muchos políticos europeos sinceros y honrados que se han opuesto a esas políticas y yo no dudo de la sinceridad de muchos de quienes quieren de verdad mejorar las vidas de los palestinos y les estoy muy agradecido personalmente. Pero la combinación de la indiferencia por parte de muchos y de la malicia de los dirigentes que se doblegan ante Estados Unidos, pone en marcha esas políticas criminales, y envían mucha ayuda para apaciguar a quienes están preocupados. Los europeos tienen que reconocer que la única manera de que las cosas mejoren no es por medio de la caridad, sino con actuaciones políticas adecuadas basadas en principios.Es cierto que Europa ha demostrado una política exterior hacia muchos países basada en principios y en acciones humanitarias. Pero puede aumentar su ayuda, enviar a más pacificadores y estableces más acuerdos de paz que los estadounidenses, y han mejorado mucho en su forma de tratar con el mundo en las últimas décadas. No obstante, con independencia de lo que hace, su complicidad en la horrenda opresión de los palestinos seguirá invalidando cualquier presunción de tener autoridad moral. Al fin y al cabo, sólo se es ético en la medida en que las acciones que uno lleva a cabo lo son.________________________________________Saifedean Ammous, natural de Ramala, Palestina, está doctorándose en Desarrollo Sostenible en la Universidad de Columbia en Nueva York. Tiene un blog en TheSaifHouse.wordpress.com. Este artículo se publicó originalmente en la Rootless Cosmopolitan website: http://tonykaron.com.Traducido del inglés para La Haine por Felisa Sastre. Publicado en Rebelion.

domingo, 12 de agosto de 2007

المقامة الدينارية

بديع الزمان الهمذاني
حَدَّثَنَا عِيسَى بْنُ هِشامٍ قَالَ: اتَّفَقَ لي نَذْرٌ نَذَرْتُهُ في دِينَارٍ أَتَصَدَّقُ بِهِ عَلى أَشْحَذِ رَجُلٍ بِبَغْدَادَ، وَسَأَلْتُ عَنْهُ، فَدُلِلْتُ عَلى أَبِي الفَتْحَ الإِسْكَنْدَرِيِّ، فَمضَيْتُ إِلَيْهِ لأَتَصَدَّقَ بِهِ عَلَيْهِ، فَوَجَدْتُهُ فِي رُفْقَةٍ، قَدْ اجْتَمَعَتْ عَلَيْهِ في حَلَقَةٍ، فَقُلْتُ: يَا بَني سَاسَانَ، أَيُّكُمْ أَعْرَفُ بِسِلْعَتِه، وَأَشْحَذُ في صَنْعَتِهَ، فَأُعْطِيهُ هذَا الدِّينَارَ؟ فَقَالَ الإِسْكَنْدَرِيُّ: أَنَا، وَقَالَ آخَرُ مِنَ الجَمَاعَةِ: لاَ، بَلْ أَنَا. ثُمَّ تَنَاقَشَا وَتَهَارَشَا حّتَّى قُلْتُ: لِيَشْتُمْ كُلٌّ مِنْكُمَا صَاحِبَهُ، فَمَنْ غَلَبَ سَلَبَ، وَمَنْ عَزَّ بَزَّ، فَقَالَ الإِسْكَنْدَرِيُّ: يَا بَرْدَ العَجُوزِ، يَا كُرْبَةَ تَمُّوزَ، يَا وَسَخَ الكُوزِ، يَا دِرْهَماً لا يَجُوزُ، يَا حَدِيثَ الْمَغِّنينَ، يَا سَنَةَ الْبُوسِ، يَا كَوْكَبَ النَّحُوسِ، يَا وَطَأَ الكابُوسِ، يَا تُخْمَةَ الرَّؤُسِ، يَا أُمَّ حُبَيْنِ، يَا رَمَدَ العَيْنِ، يَا غَدَاةَ الْبَيْنِ، يَا فِرَاقَ المُحِبَّيْن، يَا سَاعةَ الحَيْنِ يَا مَقْتَلَ الحُسَيْنِ يَا ثِقَلَ الدَّيْنِ يَا سِمَةَ الشَّيْنِ يَا بَريدَ الشُّومِ يَا طَرِيدَ اللُّومِ يَا ثَرِيدَ الثُّومِ يَا بَادِيةَ الزَّقُّومِ يَا مَنْعَ المَاعُونِ يَا سَنَةَ الطَّاعُونِ يا بَغْيَ العَبِيدِ، يَا آيَةَ الوَعِيدِ، يَا كَلامَ المُعِيدِ، يَا أَقْبَحَ مِنْ حَتَّى، في مَوَاضِعَ شَتَّى، يَا دُودَةَ الكَنِيفِ، يَا فَرْوَةً فِي المَصِيفِ، يَا تَنَحْنُحَ المُضِيفِ إِذَا كُسِرَ الرَّغِيفُ، يَا جُشَاءَ المَخْمُورِ، يَا نَكْهَةََ الصُّقُورِ، يَا وَتِدَ الدُّورِ، يَا خُذْرُوفَةَ القُدُورِ، يَا أَرْبُعَاءَ لاَ تَدُورُ، يَا طَمَعَ المَقْمُورِ، يَا ضَجَرَ اللِّسَانِ، يَا بَوْلَ الخِصْيَانِ، يَا مُؤَاكَلَةَ العُمْيَانِ، يَا شَفَاعَةَ العُرْيَان، يَا سَبْتَ الصِّبْيَانِ، يَا كِتَابَ التَّعَازِي، يَا قَرَارَةَ المَخازِي، يَا بُخْلَ الأَهْوَازِي، يَا فُضُولَ الرَّازِي، واللهِ لَوْ وَضَعْتَ إِحْدَى رِجْلَيْكَ عَلى أَرْوَنْدَ، وَالأُخْرَى عَلَى دُنْباوَنْدَ، وَأَخَذْتَ بِيَدِكَ قَوْسَ قُزَحَ، وَنَدَفْتَ الغَيْمَ فِي جِبَابِ المَلائِكَةَ، مَا كُنْتَ إِلاَ حَلاَّجاً.
وَقَالَ الآخَرُ: يَا قَرَّادَ القُرُودِ، يَا لَبُودَ اليَهُودِ: يَا نَكْهَةَ الأُسُودِ ، يَا عَدَماً فِي وُجُودٍ، يَا كَلْبَاً فِي الهِرَاشِ، يَا قِرْداً فِي الفِرَاشِ، يَا قَرءعِيَّةً بِمَاشٍ، يَا أَقَلَّ مِنْ لاشٍ، يَا دُخَانَ النِّفْطِ، يَا صُنَانَ الإِبْطِ، يَا زَوَالَ المُلْكِ، يَا هِلاَلَ لهُلكِ، يَا أَخْبَثَ مِمَّنْ بَاءَ بِذُلِّ الطَّلاَقِ، وَمَنْعِ الصَّدَاقِ، يَا وَحْلَ الطَّرِيقِ، يَا مَاءً عَلى الرِّيقِ يَامُحَرِّكَ العَظْمِ يَامُعَجِّلَ الهَضْمِ يا قَلَحَ الأَسْنَانِ، يَا وَسَخَ الآذَانِ، يَا أَجَرَّ مِنْ قَلْسٍ، يَا أَقَلَّ مِنْ فَلْسٍ، يَا أَفْضَحَ مِنْ عَبْرَةٍ، يَا أَبْغَى مِنْ إِبْرَةٍ، يَا مَهَبِّ الخُفِّ، يا مَدْرَجَةَ الأَكُفِّ، يَا كلِمَةَ لَيْتَ، يا وَكْفَ البيْتِ، يَا كَيْتَ وَكَيْتَ، واللهِ لوْ وَضَعْتَ أسْتَكَ عَلَى النُّجُومِ، وَدَلَّيْتَ رِجْلَكَ في التُّخُومِ، وَاتَّخَذْتَ الشِّعْرَى خُفّاً، وَالثُرَيَّا رَفَّاً، وَجَعَلْتَ السَّماءَ مِنْوَالاً، وَحِكْتَ الهَوَاءَ سِرْبالاً، فَسَدَّيْتَهُ بِالْنَّسْرِ الطَّائِرِ، وَأَلْحَمْتَهُ بالفَلَكِ الدَّائِرِ، ما كُنْتَ إِلاَّ حَائِكاً.
قَالَ عِيسَى بْنُ هِشامٍ: فَوَ اللهِ مَا عَلِمْتُ أَيَّ الرَّجُلَين أُوثِرُ؟! وَمَا مِنْهُما إِلاَّ بَدِيع الْكَلاَمِ، عَجِيبُ المَقَامِ، أَلَدُّ الخِصَامِ، فَتَرَكْتُهما، وَالدِّينَارُ مُشاعٌ بَيْنَهُمَا، وانْصَرَفْتُ وَمَا أَدْرِي مَا صَنَعَ الدَّهْرُ بِهِمَا.

miércoles, 8 de agosto de 2007

Nos han dado la tierra



Cuento de Juan Rulfo
Después de tantas horas de caminar sin encontrar ni una sombra de árbol, ni una semilla de árbol, ni una raíz de nada, se oye el ladrar de los perros.
Uno ha creído a veces, en medio de este camino sin orillas, que nada habría después; que no se podría encontrar nada al otro lado, al final de esta llanura rajada de grietas y de arroyos secos. Pero sí, hay algo. Hay un pueblo. Se oye que ladran los perros y se siente en el aire el olor del humo, y se saborea ese olor de la gente como si fuera una esperanza.
Pero el pueblo está todavía muy allá. Es el viento el que lo acerca.
Hemos venido caminando desde el amanecer. Ahorita son algo así como las cuatro de la tarde. Alguien se asoma al cielo, estira los ojos hacia donde está colgado el sol y dice:-Son como las cuatro de la tarde.
Ese alguien es Melitón. Junto con él, vamos Faustino, Esteban y yo. Somos cuatro. Yo los cuento: dos adelante, otros dos atrás. Miro más atrás y no veo a nadie. Entonces me digo: "Somos cuatro". Hace rato, como a eso de las once, éramos veintitantos, pero puñito a puñito se han ido desperdigando hasta quedar nada más que este nudo que somos nosotros.
Faustino dice:-Puede que llueva.
Todos levantamos la cara y miramos una nube negra y pesada que pasa por encima de nuestras cabezas. Y pensamos: "Puede que sí".
No decimos lo que pensamos. Hace ya tiempo que se nos acabaron las ganas de hablar. Se nos acabaron con el calor. Uno platicaría muy a gusto en otra parte, pero aquí cuesta trabajo. Uno platica aquí y las palabras se calientan en la boca con el calor de afuera, y se le resecan a uno en la lengua hasta que acaban con el resuello. Aquí así son las cosas. Por eso a nadie le da por platicar.
Cae una gota de agua, grande, gorda, haciendo un agujero en la tierra y dejando una plasta como la de un salivazo. Cae sola. Nosotros esperamos a que sigan cayendo más y las buscamos con los ojos. Pero no hay ninguna más. No llueve. Ahora si se mira el cielo se ve a la nube aguacera corriéndose muy lejos, a toda prisa. El viento que viene del pueblo se le arrima empujándola contra las sombras azules de los cerros. Y a la gota caída por equivocación se la come la tierra y la desaparece en su sed.
¿Quién diablos haría este llano tan grande? ¿Para qué sirve, eh?
Hemos vuelto a caminar. Nos habíamos detenido para ver llover. No llovió. Ahora volvemos a caminar. Y a mí se me ocurre que hemos caminado más de lo que llevamos andado. Se me ocurre eso. De haber llovido quizá se me ocurrieran otras cosas. Con todo, yo sé que desde que yo era muchacho, no vi llover nunca sobre el llano, lo que se llama llover.
No, el llano no es cosa que sirva. No hay ni conejos ni pájaros. No hay nada. A no ser unos cuantos huizaches trespeleques y una que otra manchita de zacate con las hojas enroscadas; a no ser eso, no hay nada.
Y por aquí vamos nosotros. Los cuatro a pie. Antes andábamos a caballo y traíamos terciada una carabina. Ahora no traemos ni siquiera la carabina.
Yo siempre he pensado que en eso de quitarnos la carabina hicieron bien. Por acá resulta peligroso andar armado. Lo matan a uno sin avisarle, viéndolo a toda hora con "la 30" amarrada a las correas. Pero los caballos son otro asunto. De venir a caballo ya hubiéramos probado el agua verde del río, y paseado nuestros estómagos por las calles del pueblo para que se les bajara la comida. Ya lo hubiéramos hecho de tener todos aquellos caballos que teníamos. Pero también nos quitaron los caballos junto con la carabina.
Vuelvo hacia todos lados y miro el llano. Tanta y tamaña tierra para nada. Se le resbalan a uno los ojos al no encontrar cosa que los detenga. Sólo unas cuantas lagartijas salen a asomar la cabeza por encima de sus agujeros, y luego que sienten la tatema del sol corren a esconderse en la sombrita de una piedra. Pero nosotros, cuando tengamos que trabajar aquí, ¿qué haremos para enfriarnos del sol, eh? Porque a nosotros nos dieron esta costra de tapetate para que la sembráramos.
Nos dijeron:-Del pueblo para acá es de ustedes.
Nosotros preguntamos:-¿El Llano?- Sí, el llano. Todo el Llano Grande.
Nosotros paramos la jeta para decir que el llano no lo queríamos. Que queríamos lo que estaba junto al río. Del río para allá, por las vegas, donde están esos árboles llamados casuarinas y las paraneras y la tierra buena. No este duro pellejo de vaca que se llama Llano.
Pero no nos dejaron decir nuestras cosas. El delegado no venía a conversar con nosotros. Nos puso los papeles en la mano y nos dijo:-No se vayan a asustar por tener tanto terreno para ustedes solos.-Es que el llano, señor delegado...-Son miles y miles de yuntas.-Pero no hay agua. Ni siquiera para hacer un buche hay agua.
-¿Y el temporal? Nadie les dijo que se les iba a dotar con tierras de riego. En cuanto allí llueva, se levantará el maíz como si lo estiraran.- Pero, señor delegado, la tierra está deslavada, dura. No creemos que el arado se entierre en esa como cantera que es la tierra del Llano. Habría que hacer agujeros con el azadón para sembrar la semilla y ni aun así es positivo que nazca nada; ni maíz ni nada nacerá.- Eso manifiéstenlo por escrito. Y ahora váyanse. Es al latifundio al que tienen que atacar, no al Gobierno que les da la tierra.- Espérenos usted, señor delegado. Nosotros no hemos dicho nada contra el Centro. Todo es contra el Llano... No se puede contra lo que no se puede. Eso es lo que hemos dicho... Espérenos usted para explicarle. Mire, vamos a comenzar por donde íbamos...
Pero él no nos quiso oír.
Así nos han dado esta tierra. Y en este comal acalorado quieren que sembremos semillas de algo, para ver si algo retoña y se levanta. Pero nada se levantará de aquí. Ni zopilotes. Uno los ve allá cada y cuando, muy arriba, volando a la carrera; tratando de salir lo más pronto posible de este blanco terregal endurecido, donde nada se mueve y por donde uno camina como reculando.
Melitón dice:-Esta es la tierra que nos han dado.
Faustino dice:-¿Qué?
Yo no digo nada. Yo pienso: "Melitón no tiene la cabeza en su lugar. Ha de ser el calor el que lo hace hablar así. El calor, que le ha traspasado el sombrero y le ha calentado la cabeza. Y si no, ¿por qué dice lo que dice? ¿Cuál tierra nos han dado, Melitón? Aquí no hay ni la tantita que necesitaría el viento para jugar a los remolinos."
Melitón vuelve a decir:-Servirá de algo. Servirá aunque sea para correr yeguas.-¿Cuáles yeguas? -le pregunta Esteban.
Yo no me había fijado bien a bien en Esteban. Ahora que habla, me fijo en él. Lleva puesto un gabán que le llega al ombligo, y debajo del gabán saca la cabeza algo así como una gallina.
Sí, es una gallina colorada la que lleva Esteban debajo del gabán. Se le ven los ojos dormidos y el pico abierto como si bostezara. Yo le pregunto:-Oye, Teban, ¿de dónde pepenaste esa gallina?-Es la mía- dice él.-No la traías antes. ¿Dónde la mercaste, eh?-No la merqué, es la gallina de mi corral.-Entonces te la trajiste de bastimento, ¿no?-No, la traigo para cuidarla. Mi casa se quedó sola y sin nadie para que le diera de comer; por eso me la traje. Siempre que salgo lejos cargo con ella.-Allí escondida se te va a ahogar. Mejor sácala al aire.
Él se la acomoda debajo del brazo y le sopla el aire caliente de su boca. Luego dice:-Estamos llegando al derrumbadero.
Yo ya no oigo lo que sigue diciendo Esteban. Nos hemos puesto en fila para bajar la barranca y él va mero adelante. Se ve que ha agarrado a la gallina por las patas y la zangolotea a cada rato, para no golpearle la cabeza contra las piedras.
Conforme bajamos, la tierra se hace buena. Sube polvo desde nosotros como si fuera un atajo de mulas lo que bajara por allí; pero nos gusta llenarnos de polvo. Nos gusta. Después de venir durante once horas pisando la dureza del Llano, nos sentimos muy a gusto envueltos en aquella cosa que brinca sobre nosotros y sabe a tierra.
Por encima del río, sobre las copas verdes de las casuarinas, vuelan parvadas de chachalacas verdes. Eso también es lo que nos gusta.
Ahora los ladridos de los perros se oyen aquí, junto a nosotros, y es que el viento que viene del pueblo retacha en la barranca y la llena de todos sus ruidos.
Esteban ha vuelto a abrazar su gallina cuando nos acercamos a las primeras casas. Le desata las patas para desentumecerla, y luego él y su gallina desaparecen detrás de unos tepemezquites.-¡Por aquí arriendo yo! -nos dice Esteban.
Nosotros seguimos adelante, más adentro del pueblo.
La tierra que nos han dado está allá arriba.

domingo, 5 de agosto de 2007

EL ACOSO




"Cuando un loco parece completamente sensato, es ya el momento, en efecto, de ponerle la camisa de fuerza"

Edgar Alian Poe

C
oncluía aquel día de otoño y yo volvía a mi casa cansado de la agitación. Pasando por la calle Libertad, vi a mi amigo Salah sentado con alguien en el céntrico café "Paradise". Él también me vio. Se levantó y con enérgico maño­so me invitó a que entrara. Parecía tener una urgente necesidad de comunicarme algo. intré y, después del consabido saludo, Salah me propuso que tomara algo con ellos y ne presentó a la persona que le acompañaba:
-Si Ahmed El Gul, maestro de escuela —y añadió después de una breve pausa- un
Me sorprendió sobremanera lo que acababa de decir Salah y tuve sólidas razones para no creerle. No porque yo fuera desconfiado por naturaleza, ni porque él fuera un embustero de cuidado, sino porque el personaje que le acompañaba tenía más bien el aspecto de un tratante desganado; en algún zoco del Atlas que de un funcionario de la educación. Cuarentón, alto, corpulento, rostro mal afeitado y surcado por un sinfín de rugosidades, nariz chata y ojos pequeños de mirada turbia e inquietante. Llevaba una gruesa chilaba de lana negruzca dé anchas mangas; envolvía el cuello, o lo que se adivinaba de él, con una gruesa bufanda gris de tela rústica y cubría la cabeza rapada al cero con un gorro, también de lana, bastante llamativo por su descomunal tamaño y colo­rido. El aspecto de aquel hombre, a la vez que contrastaba con la singularidad del local, conocido en la ciudad por su clientela chic, lo hacía también con el clima agradable de mes de octubre. Me resistí también a aceptar, conociendo como yo conozco a Salah, que aquella mole con bigote de cepillo fuese su amigo.
Salah, amigo mío de toda la vida, profesor de historia igual que yo, era una persona culta, hispanista enamorado de Antonio Machado y bebedor de los vientos por las can­ciones de Miguel Acebes Mejías. Elegante y de exquisitos modales, pertenecía asimismo, a esa casta de personas que podrían atravesar un lodazal sin mancharse los zapatos. Todo, absolutamente todo, y eso me exasperaba de él a veces, lo sometía a un orden previo y meticulosamente establecido, y sus relaciones no eran una excepción.
Yo no tenía la menor gana de quedarme con ellos pero me senté, picado más bien por la curiosidad que suscitaba en mí aquella extraña amistad.
Salah se dirigió a su acompañante como si fueran a reemprender el hilo de una seria conversación que mi presencia había interrumpido.
-Mi amigo Kassem, -me presentó- profesor de historia e hispanista.
El hombre, sorbiendo ruidosamente lo que quedaba en el fondo de su vaso de té, me dirigió una mirada entre enigmática y examinadora pero no dijo nada.
-Si Ahmed El Gul, -prosiguió Salah después de una pausa y sin preámbulos- necesi­ta mejorar su situación administrativa en el Ministerio de Educación y eso requiere de nosotros un sacrificio. Vamos a enseñarle un poco de español... es para pasar el examen de bachillerato, ¿sabes?
Sentí necesidad de preguntarle a quiénes se refería con el "nosotros", pero él tan al acecho, como era su costumbre, adivinó mi pregunta y me espetó esbozando una gene­rosa sonrisa:
-¿No te gustaría participar en esta noble obra? —Y añadió- sé que posees un espíritu altruista y nunca te retraes cuando se trata de hacer el bien.
Salah conocía indudablemente que una de mis debilidades, por aquel entonces, era mi fiebre filantrópica, pero jamás sospeché que, a pesar de la profunda amistad que nos unía, las pudiera usar como armas arrojadizas contra mí.
Dije a mi amigo, ignorando la presencia de su acompañante, que me encantaría pero que mis obligaciones me lo impedían.
-¿No podrías sacar una hora o dos de tu tiempo libre —se empeñó en persuadirme- y dedicárselas a este padre de familia?
Añadió con artificial énfasis:
-Si obtiene el bachillerato -insistió en español- es posible que mejore el nivel de vida de la familia de este buen hombre...
Realmente, yo no tenía ningún reparo en dedicarle algo de mi tiempo libre a un des­conocido, a sabiendas que le servirían de poco o de nada para obtener tal diploma, sin embargo, aquel hombre, inexplicablemente y a primera vista, suscitaba en mí una pro­funda animadversión. Tal vez la razón de mi negativa fuera mi propensión a despreciar a los que callan, no para otorgar sino para recibir, y aquel hombre estaba mezquina­mente callado. Durante toda la conversación no salía de su silencio, la cabeza baja y los dedos jugando nerviosamente con un extremo de la bufanda como lo haría un colegial atrapado copiando en un examen.
Puso Salah tanta pasión en su cometido, algo incomprensible y preocupante en él, que finalmente fingí aceptar para no defraudarle ante un desconocido y porque le debía muchos favores. Dije que trataría de hacerlo pero a partir de la semana próxima; tuve la precaución de no concretar nada que pudiera comprometerme y supuse que mi


Y sin esperar mi consentimiento vociferó:
-Trata de ser puntual.
Fui puntual al café Mauritania. Tenía el deseo de cumplir con mi promesa y dar car­petazo al asunto. Le encontré sentado solo. Su imagen, sentado en el café, tenía algo de * -*-^ patética. Por el vaso de té vacío que tenía entre las manos deduje que llevaba bastante tiempo esperando. Le saludé de lejos para librarme de sus besos pero fracasé. Nada más sentarme, llamé al camarero y acto seguido, ya que no tenía nada que negociar con él, comenzamos la clase. Saqué del bolsillo una hoja en la que previamente había escrito el abecedario español, se la puse delante y comencé el deletreo. Prefirió hacerlo él y lo dejé. Comenzó bien. Parecía tener algunas nociones de francés. Cuando llegó a la C, observé que aquella letra en español no se pronunciaba como en francés sino como la cuarta letra del alfabeto árabe. Levantó lentamente la cabeza y me dirigió una mirada penetrante:
-¿Estás seguro de lo que estás diciendo?
-Segurísimo. Le contesté.
-¿Cómo es posible que una sola letra pueda tener distintas pronunciaciones en dos lenguas europeas?
-Es así.
-Pues a mí no me parece tan claro.
-Es verdad que las dos lenguas tienen su origen en el latín pero son diferentes —añadí con pretendida erudición-. Cada una de estas lenguas ha tenido su propia evolución histórica.
No parecía estar demasiado convencido. Seguidamente, pronunció la D y se detuvo. Al ver que yo no decía nada, me dijo con un tono de clara jocosidad:
-Ahora vas a decirme que ésta no es la D y que los españoles la pronuncian como la "ain' en árabe.
-Pues no, esa es la D, y ya ves, se pronuncia de la misma manera que en francés.
-¿Y por qué no la han cambiado también?
Lo dijo casi con enfado, tensando llamativamente los músculos de la mandíbula. La pregunta me pareció absurda e insolente y por eso no contesté. Asumí que el que esta­ba delante era un zoquete no exento de perversidad.
Cuando pronunció la E, mi corrección degeneró en un agrio debate y con la G llegamos a Caracatoa. Si Ahmed El Gul, ya colérico, no podía tolerar que esa O boste­zando tuviera una pronunciación tan diferente a lo que él esperaba.
Empezó a hablar. Su voz cavernosa se oía en todo el café. Ya no se dirigía a mí, sino a quien quisiera escucharle de todos los presentes:
-Dos naciones europeas, con la misma cultura, con la misma religión, no se ponen de acuerdo para unificar la pronunciación de su alfabeto. Es de escándalo...
Hablando en un perfecto árabe literal y adaptando ademanes de charlatán de feria, mi acompañante se convirtió de pronto en un estrafalario orador enrollado en una improvisada diatriba patriotera y absurda. La gente estaba perpleja ante aquel inespera­do espectáculo. Alguna voz pidió silencio, algunos adolescentes en una mesa del fondo del café prorrumpieron en vibrantes carcajadas y yo, por el mero hecho de compartir con él la mesa, me sentía un verdadero necio. Malhumorado, me levanté. El hizo lo mismo
del problema sino para que me ayudara a resolverlo. Al fin y al cabo él estaba en el ori­gen:
-Yo no soy del todo culpable de lo que te está ocurriendo sino el destino. Es el que te trajo a esa calle y a esa hora -me respondió defendiéndose-. Yo traté de alejarlo de ti para que no te persiguiese. Lo mandé a otro instituto.
-El daño ya está hecho... -dije malhumorado- ¿Qué podríamos hacer para solucio­nar el problema?
-No sé que puedo hacer para ayudarte, pero de todas maneras te echaré una mano si me necesitas, pero de lejos, muy de lejos...
Desalentado, llegué a la conclusión de que Salah, aterrorizado como estaba, era el menos indicado para ayudarme en este asunto y salí de su casa sin despedirme.
Las semanas siguientes fueron para mí una pesadilla. El hombre me seguía más que mi propia sombra. Por las mañanas me levantaba, abría la ventana y lo primero que veía era su engorrosa omnipresencia. Allí estaba parado, en una posición casi castrense, mirando al edificio donde yo vivía. Su firme postura me recordaba la eterna impasibi­lidad de las estatuas de la isla de Pascua. En los días de lluvia se cobijaba bajo el alar de un cine pero no cambiaba nunca de posición ni hablaba con nadie. Iba al instituto y allí estaba otra vez. Aunque el conserje, por indicación mía, no le dejaba entrar, él espera­ba horas y horas de tal modo que con el tiempo pasó a formar parte del panorama de la entrada junto a la puerta de hierro, la bandera desteñida y la perra Lula del conserje. Profesores y alumnos comenzaron viendo el asunto como algo curioso y cómico, pero pronto empezaron los comentarios jocosos y, a veces, hasta molestos para mí. Por suer­te, fueron las bromas pesadas, que le gastaban los alumnos, las que le alejaron de la puer­ta del instituto.
En el instituto privado de madame Ferrand donde daba algunas horas extras, la situación era diferente. El hombre no sólo entraba en el instituto sino que, a veces, me esperaba sentado plácidamente en un banco del jardín. Tenía que afrontarle cada vez que salía hasta que descubrí un pasadizo que llevaba a la calle pasando por el comedor del internado.
Dejé de ir al café porque la única vez que me atreví, se plantó delante de mí, se sentó sin más y sin mediar palabra, sacó de la carpeta un libro viejo, supongo de español. Tuve que dejar el café despavorido ante el estupor del camarero.
Cuando tenía la posibilidad de hacerme oír sus palabras, intentaba convencerme que estaba arrepentido de la escena del café Mauritania y me imploraba para que reco­menzáramos lo que él llamaba fructíferas clases. Yo no bajaba ya la guardia. No le daba el menor atisbo de esperanza, pero mi actitud no hacía mella en su férrea voluntad. Al contrario, intensificaba su acoso y se me aparecía en el más insospechado de los lugares.
Tomé la situación como un mal inevitable, sin embargo, el día en que lo encontré en el coto del instituto privado de madame Ferrand, la directora, comprendí que, dado el temple de esa señora, mi puesto en esa institución estaba en juego. Debía cortar por lo sano, encontrar una salida tajante y rápida, si no quería ver peligrar no sólo mi equi­librio psíquico sino el económico.
Probé dos procedimientos: el primero fue poner el asunto en manos de la policía y
pensé que, en caso de fracaso, expondría la situación a un psiquiatra. Interpuse una
denuncia pero la policía consideró que ese género de persecuciones estaba fuera de su competencia. Un guardián de la ley abatido por un atroz resfriado me dijo, a la vez que tecleaba con desgana en una destartalada máquina de escribir:
-La policía no puede hacer nada por ti. Ese abominable ser, como tú le llamas, no comete nada ilegal. Las ordenanzas nos permiten intervenir sólo cuando hay un acto vio­lento. Un acto de sangre, ¿comprendes?
Otro, con cara de ser el hombre más aburrido del mundo, comentó desde un rincón:
-Ojalá existiera una ley que atajara actos de esta naturaleza.
-Si así fuera, -bramó con escepticismo uno de los policías- todas las cárceles del mundo no serían suficientes para encerrar a los pelmas que nos acosan por doquier.
Salí de la comisaría frustrado y aquella misma tarde fui a ver a un psiquiatra, un anti­guo compañero de clase. Después de exponerle el problema en todos sus pormenores, me largó todo un discurso sobre la psiquiatría moderna. Me habló largo y tendido sobre la necesidad de integrar al enfermo psíquico en la vida, en vez de encerrarle en lúgubres manicomios como ha ocurrido siempre. Le hice comprender que con aquel psicópata cometieron ciertamente un error, pues no se le integró en la vida, sino en mi vida y antes en la de otros, y que lo que yo venía a buscar era una solución práctica a mi problema.
-Para dictaminar algo necesito ver al enfermo, -dijo con razón- pero si lo que quieres es tranquilizarte, te digo que no te preocupes en absoluto. Es pura lógica, el médico que le dio de alta indudablemente estaba seguro de que su perturbación mental no compor­taba peligro alguno para los demás, si no, no lo hubiera hecho.
No me convenció la lógica esgrimida por él, por eso pagué la consulta y me fui arras­trando mi inquietud.
Llegué a la conclusión de que nadie me entendía. Familiares y amigos, como el psi­quiatra, trataban de tranquilizarme descartando la idea de que aquel maniático podría llegar algún día a agredirme. Ignoraban que mi mayor preocupación no radicaba única­mente en ese riesgo, sino en la tortura de sentirme constantemente vigilado y persegui­do.
Pocos meses bastaron para que el tesón persecutorio de aquel demente empezara a hacer mella en mi equilibrio mental. Insomnio y delirios desconocidos por mí, empeza­ron a tener acto de presencia en mi vida y descabelladas ideas surcaban con insistencia mi mente. Mi situación me hizo recordar la dimensión del relato de mi amigo argenti­no Carlos Warther: "Los sicarios de la junta militar argentina -me contó en una de sus cartas- reservaban una de las torturas más crueles a personas de algún relieve social o intelectual. No los detenían, sino los vigilaban con una intensidad y una discreción tal que la víctima sentía la presencia de sus perseguidores sin verlos. Con el tiempo esa sen­sación se convertía en un síndrome que les llevaba fatalmente a entregarse incondicionalmente a sus verdugos o al suicidio."
Una mañana llegué a una hora muy temprana al instituto de madame Ferrand. Mustafá, el conserje, un personaje bajito, mostachón, bromista, hábil dador de sablazos y que se jactaba de ser el más astuto de los picaros de la ciudad, se me acercó, miró hacia los lados, y me dijo adoptando una postura poco habitual en él:
-Mire, profesor, ¿qué me das si te libro de ese indeseable que te acosa?
-No estoy de humor para bromas —le dije- y sobre todo tratándose de este asunto y a esta hora.
Mustafá, una mente fecunda en inventar toda suerte de chistes, podría convertir mi drama en tema para solaz de los profesores y alumnos de la institución y posiblemente también de los borrachos del bar Royal, donde solía pasar sus ratos libres empinando el codo.
-No estoy bromeando.
-Dudo mucho que puedas hacer algo. Ese hombre está loco. ¿Sabes qué significa tener los tornillos sueltos?
-Loco o cuerdo para mí da igual. Si no puedo librarte de él es que no soy un genui­no marrakchi, educado a manos de los más mañosos picaros de Yamaa el Fna.
-Bueno, te creo, -dije con desconfianza- pero ¿con qué podría compensarte yo?
De Mustafá todo el mundo sabía que tenía dos obsesiones en su vida; que la france­sa le aumentara el sueldo y que Zubaida, la hermosa viuda que trabajaba de cocinera en el internado, se casara con él. Las dos mujeres, por casual coincidencia o por mutuo y secreto acuerdo, le negaron durante años la realización de su sueño dorado, y eso a pesar de las decenas de incansables tentativas. Temí que condicionara su intento pidiéndome que intercediera por él, y ya por segunda vez, ante alguna de estas dos señoras o ante ambas. Yo no estaba dispuesto a hacerlo porque las probabilidades de éxito eran míni­mas o nulas.
-Yo soy una persona honesta, siendo tu problema tan grave como es, no te voy a pedir gran cosa —dijo rápidamente, quizás adivinando lo que pensaba- ¿Es mucho una borrachera en el bar Royal, dos cartones de Olympic azul, trescientos dirhams...?
-Alto, alto -frené la cascada de peticiones-.¿Alguien te ha dicho que soy rico? Lo que puedo prometerte por ahora es un cartón de tabaco y con los cien dirhams, que te voy a dar, te compras veinte botellas de Dumi y emborráchate todo lo que quieras.
Hizo una mueca de descontento y me dijo ya con menos entusiasmo:
-No es suficiente, pero lo acepto porque me eres simpático. Ahora bien, si quieres llegar a tu objetivo, tienes que seguir al pie de la letra mis indicaciones. Por el momen­to, no se lo digas a nadie y ten paciencia hasta después de las próximas vacaciones.
Siguiendo las instrucciones de Mustafá, el último día de vacaciones de primavera lle­gué muy tarde a casa, aparqué mi coche en una calle apartada y entré sigilosamente en el portón del inmueble, guardándome de que nadie me viera. Bajé las persianas y me dormí. En la nevera tenía alimentos para varios días.
A la mañana siguiente, nada más levantarme fui cuidadosamente hacia la ventana que da a la calle, levanté la cortina y desde las rendijas de la persiana pude ver que mi sombra estaba allí como siempre, en el mismo lugar y adoptando la misma postura.
Llamé por teléfono a madame Ferrand pretextando que no podía ir aquella mañana al instituto por estar indispuesto y me quedé observando lo que ocurría.
Pasada media hora después de las ocho, el hombre dejó su posición de centinela y se fue a hablar con un quiosquero. Un rato después se metió en un puesto de verduras y al salir, se acercó al solar donde yo aparcaba el coche. Dio media vuelta y se fue calle abajo corriendo. Se movía como un endemoniado. Dos horas más tarde le vi aparecer de nuevo, se acercó hasta el portón del inmueble, miró largo rato hacia mis ventanas y desapareció de mi vista.
En los días siguientes, y siempre siguiendo las directrices de Mustafá, no fui al traba­jo y me quedé recluido sin abrir a nadie, ni contestar al teléfono. Prudentemente, traté de aparecer lo menos posible en los lugares que frecuentaba hasta que me aseguré que aquel ser se había diluido en el bullicio de la ciudad.
Cumplí lo pactado con mi salvador y hasta le pagué generosamente una borrachera. Quise sonsacarle cómo lo hizo para alejar de mi vida a ese demente, pero no lo conse­guí.
-Te maté, querido profesor, -me contestó entre carcajadas-, te maté. Le hice creer que te habías muerto.